lunes, 24 de marzo de 2014

La sed que no se sacia

Es curioso, querido lector, leer de vez en cuando los TT del Twitter, para enterarse de las cosas que están pasando por el mundo, muchas de las cuales uno no tiene ni idea de que existieran. El pasado 20 de marzo, por ejemplo, resultó que celebrábamos el Día Mundial de la Felicidad, instituido solo hace un par de años por la ONU en una de sus Asambleas Generales. Creo que el que se celebre esta nueva fecha responde a la lógica de quiénes somos las personas, porque ¿existe alguien en el mundo que no quiera ser feliz?

Todos lo queremos, y de una forma u otra todos lo buscamos en nuestras acciones. Hay en nosotros un deseo de plenitud que nunca dejamos de tener, y del cual experimentamos que no puede ser llenado por nada material. Paradójico, si, pero ahí está, y es tan cierto que tenemos deseo de felicidad como que tenemos corazón, pulmones o imaginación. ¡Cuántas marcas aprovechan este deseo innato para vendernos su producto como aquello que lo va a colmar!

Precisamente porque tenemos ese deseo de ser felices viene a veces el vacío, ¿lo has sentido alguna vez, amigo? Es eso que llaman "estar de bajón", que en sus formas más sofisticadas se traduce en un vivir sin sentido, en estar tristes sin saber por qué (¡pero si tenemos de todo!), en caer en un estado de permanente frustración, malestar y desesperanza ante la vida.

¿Habrá algo que sea capaz de calmar esa sed de felicidad que no parece agotarse ni llenarse nunca? ¡Si! Sin duda. El Amor, con mayúsculas. Y más que nunca hoy el mundo necesita escuchar y experimentar que Dios lo llena todo. ¡Todo!

Nos han podido decir muchas veces que Dios da el agua que colma esa sed, que Dios da la felicidad aun en las situaciones mas difíciles que nos toque vivir y de las cuales nadie está libre, pero cada persona tiene que experimentarlo y sentir realmente en su vida concreta quién es Dios. Muchos siguen pensando que el agua de Dios que decimos beber los cristianos es agua de charco, o de mar, o cualquier otro tipo de agua que no es buena para beber. Pese a ello no hay que desanimarse en el intento de mostrar a Dios.

Pero... ¿¡cómo hacerlo!? Con la propia vida. En el modo de afrontar cada situación, en la manera de tratar a cada persona con quien nos encontramos cada día (aunque ellos no nos traten bien), en la forma de querernos entre nosotros los cristianos. Dios se hizo hombre y por ello todo lo bueno, bello y verdadero del hombre es un gran cauce para transmitir su Amor.

¡Nadie es un caso perdido! Toda persona siente la sed, aunque no siempre lo diga... Toda persona necesita a Dios, aunque no todas lo sepan... Nos toca, querido lector, la apasionante vida de mostrarlo. ¡No solo hay un día al año para recordar y vivir la felicidad! Es lo nuestro.

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