sábado, 10 de mayo de 2014

La moda del repollo


Me encuentro hoy con una de esas noticias que te hacen llorar de risa a la vez que de pena. Pensaba que era una broma cuando he visto el titular en el periódico digital de turno: "¡La moda de pasear verduras llega a China!", ilustrado al lado con la foto que también encabeza este post. 

¡No puede ser! ¿Habrá hackeado la página web algún pirata informático graciosete? No, no, no... en otros medios también aparece la noticia en la sección de sociedad, ¡es en serio! Extraña moda, querido lector...
La cosa es sencilla: uno coge una lechuga, coliflor o repollo que le guste y la ata a una correa de pasear perros, a continuación solo hay que salir a la calle correa en mano y dar una vueltecita por la ciudad, dejando a todos pasmados con la nueva mascota. Muchos adolescentes (y mayores) se están apuntando a esta moda. Afirman que les ayuda a superar bajones y depresiones, a sentirse mejor, a dejar toda la mala energía en el verde vegetal compañero de paseo y volver a casa renovados. Además cuentan como llevar a la lechuga al parque les ayuda a conocer a otros que, como ellos, se apuntan a esta nueva sensación china.

Es una moda. Nos parece rara, pero es una más. También nosotros tenemos las nuestras, ¿no? ¿Me pregunto qué habrá detrás de estas modas que de vez en cuando aparecen con fuerza llamando la atención? Y se me ocurre que la respuesta es muy amplia... 

En primer lugar está eso precisamente: llamar la atención, la necesidad que tenemos los seres humanos de decir ¡aquí estoy yo!, de mostrarnos a nosotros mismos ante los demás como queremos que nos vean o como nos gustaría ser.

Lo segundo es una búsqueda de afecto, escondida detrás del "que se hable de mi" y del poder identificarse con otros que "hacen las mismas cosas que yo". Pueden ser rarezas, si, pero ¿si todos lo hacen?

Lo tercero, permíteme escribir, querido lector, que, detrás de muchas modas, lo que hay es un enorme vacío que tiene que ver con las dos respuestas anteriores. En ocasiones la falta de cariño, de comprensión, de escucha, de saber quién es uno mismo y para que vive se traduce en estas llamadas de atención. A veces va más allá, y la moda puede transformarse en ideología radical. No tiene mucho que ver con las lechugas chinas, amigo lector, pero creo que detrás de los comportamientos ideológicos fuertes, odios radicales en los jóvenes hay grandes heridas y mucho vacío. ¡Nos toca verlo con misericordia!

Las coliflores andantes pasarán. ¡Todas las modas pasan! ¡También las ideologías! Siempre. La historia nos hace comprobar que es así. ¿Por qué? Simplemente porque no llenan el vacío del corazón del hombre, no curan las heridas del afecto. Dios es el único que no pasa nunca, que no dejará nunca de dar actualidad a la persona, y no quedarse en mera moda. El único que puede sanar esas heridas, dar sentido con amor a quien no se siente amado, decir quien es al hombre que no lo sabe, llenar su vacío.

Si eres de los que sacan un repollo de paseo, amigo lector, no te olvides darle de comer, ¡estará agotado tras haber sido el centro de atención de toda la ciudad en un largo paseo! Hasta más leernos, Dios te bendiga.

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