martes, 10 de junio de 2014

In the ghetto

Siempre me ha llamado mucho la atención el detalle del pasaje del Evangelio de Pentecostés que nos dice que los discípulos estaban todos juntos reunidos con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Aún así Jesucristo entra (Él puede romper los cerrojos más duros que nos empeñemos en ponerle) y les da el Espíritu. Ahí se acabó el miedo, se acabaron las puertas cerradas y se empezó a vivir la verdadera unidad, de la que tanto tenemos que aprender nosotros. ¡No hay que confundir en la Iglesia la unidad con hacer un gueto!


¿¡Cuántas veces nos acomodamos en "nuestro grupo", en "nuestro movimiento", en "nuestra misa" y cerramos las puertas para que nadie mas entre? Las excusas que podemos buscarnos son muchas: que si los demás no entienden cierta espiritualidad, que si ya llevamos muchos años así y los que vengan nuevos se van a sentir en fuera de juego, que si la gente nueva va a perjudicarnos porque van a ser un lastre en nuestro crecimiento espiritual... ¡Muchas excusas entre las que nunca está la del miedo!

¿No será que tenemos miedo a abrirnos a lo nuevo porque con ello creemos que vamos a perder nuestra posición dentro del grupo de turno? ¿No nos dará miedo el pensar que vamos a perder nuestras falsas seguridades que me hacen creer yo controlo todo en lo que hago en mi movimiento? ¿No será miedo a que nuevos soplos del Espíritu con las puertas abiertas me hagan perder mi fama y dejar de controlar lo que hago en la parroquia? Es interesante pensarlo delante de Dios y ver cuáles son las verdaderas motivaciones de mi vida con Él.

Querido lector, hay que vivir la unidad,pero no el gueto, ¡no la exclusividad de solo lo que yo quiero! La diferencia entre unidad y gueto está en la apertura de las puertas. Un cristiano con las fuerzas cerradas no es creíble para nadie, no evangeliza, su vida espiritual no avanza por quedarse en el encierro de sí mismo y terminará por tener un corazón envejecido (aunque sea joven) en vez del corazón de niño del que nos habla el Evangelio.

¡Y al contrario! Un cristiano con las puertas abiertas deja entrar al Espíritu, y su vida será nueva cada día, podrá llevar la buena noticia de Dios a muchos, y disfrutará de verdad cada momento que Dios le regala. Me viene a la mente aquello de "¡No tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo!", ¿de Juan Pablo II, el joven de 83 años, no?

La Iglesia siempre con las puertas abiertas, ¡y ello empieza por cada uno de nosotros amigo lector! Las excusas tontas para permanecer con el cerrojo echado son eso: excusas tontas. Hasta mas leernos, y que Dios te bendiga.

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